Mi apartamento —más de un año después de la primera mano de pintura— todavía no está realmente “terminado”.
O bueno… vivo bien aquí, pero aún no está como quiero.
Mi vecina lo llama en broma Sagrada Familia 2.0 –
y quizás tenga razón.
Voy haciendo las cosas por fases. Paso a paso.
Con la ayuda ocasional de un manitas —que por suerte entiende que quiero algo un poco distinto a lo estándar.
Este verano tenía un plan claro:
terminar la zona de trabajo, y por fin tener los armarios del dormitorio como los quiero.
Así podré hacer fotos para mi nueva web.
Pero claro… él hace su trabajo en el piso. Yo intento hacer el mío. Y a veces no encaja.
Sujetar algo un momento. Consultar.
¿Que si quiero algo “especial”?
Por supuesto. Siempre quiero algo especial. O al menos poco común.
Esta tarde tuvimos que ir a por MDF.
Y empezó mal: indiqué el grosor equivocado.
Resultado: más tableros de lo previsto… ¿y el ascensor? Precisamente hoy se estropeó.
Y vivo en un tercer piso.
Cinco veces subir y bajar las escaleras.
Con tableros. Con 32 grados de calor.
Muy estilo Sagrada Familia.
Casi a las seis decidí dejar mi trabajo.
Demasiado cansada. Demasiado calor. Y sobre todo: demasiada hambre
Quería nadar. Pero primero, comer.
Así que me premié con una bebida y unos mejillones en un chiringuito.
Pies en la arena. Una brisa ligera.
Bien merecido.
Aunque al final no había mejillones, sino almejas a la marinera (almejas con ajo y perejil).
Después, un baño refrescante en el mar.
Y mañana, un nuevo intento.
Mi casa aún no está terminada.
Pero mi sensación de verano… esa sí está en su punto.